-séptima temporada-

sábado, 29 de mayo de 2010

La Psicología, según Anita Leporina

Parte I
Madre experimental

No por amor, ni siquiera por ansia de trascendencia o conservación de la especie.
No.
Es evidente que todos los seres humanos queremos tener hijos por una única razón:
hacer experimentos con ellos.

¿No sería muy interesante criar al retoño junto a una jauría de perros a ver qué pasa? Aunque sea durante los primeros meses...
¿Y qué tal si desde chiquito le enseñamos a Pepe a vivir en la oscuridad? ¿Cuando sea grande va a desarrollar visión de nightshot?
¿O si educamos al pequeño Oscar de modo de evitar que incorpore a su léxico todos los conceptos asociados a tiempo, amor, espacio, yo, otros, etc.?
¿Y si mutilamos los órganos sexuales de todos nuestros hijitos a fin de que no haya diferencia genital entre ellos?
¿Y qué onda una cómoda educación al modo espartano?


Resulta que debido a la pereza y a los otros trabajos que lamentablemente acarrea el oficio de ser padres, la mayor parte de los adultos abandona estos proyectos antes de comenzar a ensayarlos. Sin embargo, siempre quedan restos experimentales.
De seguro mi madre se habrá planteado en algún punto de su alocada juventud: ¿Qué pasaría si bañara a mis hijas hasta que cumplan veinte años? Por supuesto, hay que tener en cuenta, para el caso de tales hipótesis, que el sujeto experimental puede rebelarse, generalmente hacia los doce o trece años (como fue -felizmente- el caso mío y de mi hermana).



Parte II
La confusión de los discípulos

El profesor de Psicología comenzó ese año lectivo con un entusiasmo inusual. Había dado en la tecla: si se quiere estimular a los adolescentes en el aprendizaje y que, al mismo tiempo, éste resulte significativo, nada mejor que darles un material de lectura que los interpele y los haga reflexionar sobre su realidad más cercana. Llegó entonces el profe con Palabras para adolescentes o El complejo de la langosta de Françoise Dolto. Lectura individual y obligatoria durante clase.
En su condición de curiosa colegiala, Anita Leporina se dedicó a leer la obra con atención.

"De cualquier modo, no deja de ser un hecho positivo que los adolescentes entren en contacto físico apenas sienten ese impulso, pero hay que estar atentos a que esa penetración de los cuerpos no se confunda con masturbación mutua; lo importante es llegar a consumar una verdadera unión sexual, con todo lo que ello implica".


¿¿¿Masturbación mutua???
.............!
La amenaza de este repudiable fenómeno advertido por Dolto me acompañó largo tiempo.
Ya fuera en oscuras últimas filas de cines o estrechos asientos traseros de autos, sobre sábanas cuestionablemente blancas o entre la grama sin podar, irrrumpía -en el instante fervoroso de la pasión liberada- la preocupación psicológica: ¿No será esto, en realidad, una masturbación mutua?
...
Los cuerpos jóvenes retozan en incandescente lecho de brasas anhelantes: ¿masturbación mutua?
Ya se encarama la cresta espumosa del deseo sobre la profundidad agitada: ¿masturbación mutua?
En el boscaje primaveral de la vida, los núbiles duendecillos tantean los pistilos florecientes en busca de la emanación nectarosa que haga sobrevenir, al fin, el marasmo: ¿masturbación mutua?

En resumidas cuentas, no se trata de "vos agarrame así, entonces yo te toco...". No, no, no. La masturbación mutua, con todos sus peligros, nos acecha incluso en los momentos más tradicionales de nuestros hábitos íntimos del amor. Por ejemplo, usted, señora, que se pensaba que estaba garchando con todas las letras, por derecha, con todas las de la ley, usted también debe detenerse a reflexionar si no habrá sido masturbación mutua aquel gesto de amor por el cual vino a traer al mundo a ese hermoso ser que es Pepito, el que ve en la oscuridad.

Bueno, se los dejo como para que lo piensen en casa, nomás.


Parte III
-Manifiesto-
Yo, la chupadora (Thumbsucking)

Mucho se ha dicho sobre nosotras. Ha llegado el momento de rectificar nuestra denostada imagen.

Sí. Nos chupamos el dedo.
¿Cómo vivir de otro modo? ¿Cómo conciliar el sueño sino acudiendo a ese arrullador chupeteo que inyecta de miel nuestra sangre?
La suave presión sobre el paladar hundido. El precioso engaste de la uña curvada entre el canal de la lengua, apenas caliente. El perfecto pinchazo de los dientes inferiores en el nudillo. Nuestra deforme e impecablemente acoplada dentadura acogiendo el montículo de la yema del pulgar.

No lo intenten en sus casas, pérfidos normales, sepan que lo que han ganado en madurez de relaciones objetales lo han perdido en placer sencillo, autosuficiente y magnífico. Ustedes no tienen ni la boca ni el pulgar de las que hemos pateado calle en materia de fijación oral: nosotras hemos chupado vida. Prueba de ello es que, si ahora ensayo la succión con el pulgar que no me chupo, lo siento incómodo, algo que me abarrota la boca, que hay que expulsar. No cualquiera es una chupadora.

Nosotras asimismo tenemos facciones. Nos individualizamos en este ejercicio. Yo, por ejemplo, me cruzo un mechón de pelo al pómulo. Huelo mi cabello mientras succiono. A veces muevo el índice que está en el mundo (quiero decir, el que queda fuera de la boca) y raspo con el pelo los labios semicerrados. Leo las texturas con el tacto, escucho el sonido de las hebras de cabello amasadas contra la piel.
Hay quienes se tocan el lóbulo de la oreja o manosean una prenda de vestir. Las que recién empiezan suelen preferir la oreja de un osito de peluche.

También hay varones chupadores. Pero reprimen el vicio. Los hombres aguantan poco, son más débiles. De cualquier modo, enhorabuena, hermanos. Hemos mamado la misma idiosincracia. Somos patria bucal. No nos separa la diferencia sexual, la burda topografía del bajo vientre. Nos une el coreográfico encaje sensomotriz.

"¿Vas a tener 21 años y te vas a chupar el dedo?" -me inquirían de niña para apremiarme a que abandone el placer.
Era buena la pregunta. Yo no podía hacerme la imagen de una mujer chupándose el dedo.
Pero cumplí 21 y aquí estoy. Firme y succionando el día a día.
"¿Te vas a casar y te vas a chupar el dedo?" era otra de las preguntas -para no ahorrar en presiones superyoicas- que solían hacerme mis padres.
Quédense tranquilos: el día que me case, hago fiesta con pulgares de goma anatómicos a ver si, siquiera por un instante y de lejos (creo haberlo explicado más arriba), mis invitados pueden paladear esta fuente inmejorable de deleite.

He oído que ustedes, al tragar, llevan prolijamente la punta de la lengua a uno de los pliegues del paladar. Nosotras ejecutamos de distinta manera la deglución: con la lengua horizontal empujamos los incisivos. Pequeños sacrificios que concedemos en pos de libar el propio cuerpo. Cualquier ceremonia es succión, fuerza centrípeta que vampiriza el cosmos.

No nos obsesionamos con besar, ni con comer, ni con hablar. Nos chupamos el dedo.
A veces cuando estamos cansadas o aburridas o queremos relajarnos. A veces no.
No nos evadimos de nada. Nos encontramos con nosotras mismas adentro de nosotras.

No hay una buena razón para dejar de chuparse el dedo. No sé por qué los demás son tan raros.




La felicidad y, en primer plano, Anita Leporina.

miércoles, 26 de mayo de 2010

La ley primera

Anita Leporina dice:

- Mirá! La perra está bailando tap!!!

Minaya piensa: La llevé al veterinario. Tiene un Mal de Parkinson galopante. Minaya dice:

- ¿Viste?

.

sábado, 22 de mayo de 2010

García y la anfitriona compasiva

En la fiesta:

- Serías tan amable de indicarme un lugar con privacidad.
- Sí, cómo no... ¿para qué?
- Para tener una discusión conyugal por vía telefónica.
- Pasando la cocina está el lavadero... ¿Tópico?
- "No sacaste la basura"
- Uh, uno de mis preferidos!

domingo, 2 de mayo de 2010

De pensamiento, palabra, obra y omisión

No es nada fácil ser tan bolchevique y divina. En la arena de la sucesión de los días se libran combates sangrientos que me van despeluchando el espíritu.

Entro al negocio de ropa, miro, elijo, soy feliz. Paso al probador y allí mismo, frente al espejo y entre las perchas que se caen, la angustia: ¿cuánta plusvalía tendrá incorporada este strapless? ¿Serán conscientes de sus reivindicaciones históricas de clase los obreros que han elaborado este regio estampado animal print?

Además, el domingo pasado no fui a la marcha. Un día a la semana que le consagramos a la revolución y falto. Soy lo peor. Estoy poseída por la burguesía.

...Miles de iraquíes muriendo a manos del pulpo imperialista y yo aquí en la sesión de manicuría terminándome una francesita...

Martes a la noche, salimos a bailar con las chicas a un lugar nuevo al que nos invitaron en un club de barrio. Después de tomar algo damos una vuelta para recorrer el lugar. Entre unas imágenes del club celebrando distintos festivales y unas plaquetas honoríficas, vemos la foto de una cincuentona con vestido de quinceañera y tiara de strass, la torta de quince (más treinta y cinco) tiene una base blanca de mazapán, después una columna de metal larga que sale del centro de la base y sostiene el segundo y último piso arriba de todo. El medio, donde deberían aparecer sucesiones de escalones concéntricos de tortas, está vacío. La columna de metal brilla señalando la carencia. Nos reímos. Volvemos a la mesa. Decidiendo el sabor del próximo daikiri, otra vez, golpea la culpa: ¿Qué es tan cómico? ¿Que a esta mujer, el día en que consigue juntar lo suficiente para festejar unos postergados quince años, no le alcanza para una torta completa de varios pisos? ¿No es graciosísimo reírse de los pobres?
Bueno, estuve mal pero no importa: llego a casa y leo tres manifiestos comunistas.