-séptima temporada-

viernes, 16 de diciembre de 2011

En el trabajo

Es indudable que el olor a melón viene de ese programa de seminario sobre teoría sintáctica simplificada. Gracias, profesor, por el toque subtropical

lunes, 21 de noviembre de 2011

del diccionario de Anita Leporina

TERNURA: lo que se interpone entre nuestros apetitos atávicos y su satisfacción.

Morrón bebé: 1
Darwin: 0

viernes, 4 de noviembre de 2011

El día que metí un gol

Vengo a contarles rápido cómo me fue en el partido de hoy.
Yo estaba un poco desorientada sin decidirme a ubicar mi marca para defender o bien hacerme un hueco donde recibir la pelota y ponerme al ataque.
En un momento se desorganizó la táctica: en el área se habían juntado casi toda las chicas persiguiendo la bocha; un lío. Entonces la defensora del otro equipo logró reventarla pero rebotó contra la espalda de una mediocampista y la pelota quedó boyando cerca de mí: lejos de la maraña de jugadoras que se habían tirado al piso a buscarla en el área chica, la arquera vencida contra uno de los palos.
Pateé.
todo lo fuerte que pude
de puntín...

...

gooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool
goooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool

la pelota entró en el arco,
la arquera, caída, arrugó la boca como chupando un caramelo hiperácido,
la red flameó por un instante.

goooooool grité por toda la cancha
goool salté
bailé
festejé
gol!
-Qué te pasa? -me preguntó una de mis compañeras. El resto de las chicas tenían cara de enojadas y se apuraban para continuar el partido.
-Metí un gol! -respondí. La verdad es que todavía no entiendo por qué ninguna acusaba alegría por el tanto marcado.
Nuestro DT miraba el suelo con los brazos cruzados y serio. Nadie parecía darle importancia.

El referí dejó la pelota en el medio. Las jugadoras del otro equipo se acercaron al círculo central para sacar. Agarrando el silbato el referí se dio vuelta para indicarles a los otros árbitros que anotan en planillas sobre una mesita al costado de la cancha:
-Trece a uno.
Piii piii Juegue!

Después del partido tomamos una nueva gaseosa que se llama "citrus pasión", no es muy rica pero me gusta el color que tiene.
Ahora me estoy yendo a un recital.

Qué golazo que metí!

viernes, 28 de octubre de 2011

son las 4 am en Asuncion

no fue dificil quedarme dormida, la cama del hostel es cómoda.
me desperté por los ruidos en la oscuridad
no sabía si era el aleteo de un murciélago o el roer de una rata
me armé de valor para salir de la cama y prender la luz
una cucaracha en el tacho de basura
la solano lópez de las cucarachas a juzgar por semejante ruido

Tengo que avisarle al funcionario para que la aniquile
pero el tacho de basura está junto a la puerta de salida

ahora estoy acostada con la la luz prendida -muy a pesar de mi cansancio visual- escrutando cada sonido -muy a pesar de la hahahaha fiesta de las chicas del peace corp-

modo neurosis subtropical on

miércoles, 12 de octubre de 2011

Del album de figuritas de mi corazón

Tres bombachas: la dieta semanal del perro.



A veces se da un gusto y pica de los zócalos.

(no existe el fin de las esquinas
para un perrito sin aristas)


Claro que sabe encontrar manjares

aun en las más amargas páginas.

(Preparó
esta delicia editorial
Horacio González, para
el blog
de una servidora)

Entiende que lo más lindo de las personas
es cuando llegan a casa.

No son agujeritos

son llenitos de la falta de él
(que muerde para dejar un souvenir
que no se vende en los mercados del mundo)

Y después, solo las preguntas del amor:

¿dónde habrá aprendido a besar?

Así,
tan clodomiro
como es.

martes, 27 de septiembre de 2011

domingo, 11 de septiembre de 2011

Sorry! (García girl en glamoroso eslalon por la vida)

Hace unos días choqué. Di marcha atrás y pum! En el espejo retrovisor me pareció ver el ceño del conductor perjudicado: cejas rectas sobre ojos-redondel, clásico semblante de los maltratadores de animales, o de los vecinos que nunca devuelven la pelota si cae en su patio, incluso de los terroristas a veces asesinos.

Se bajó del auto: era una chica joven, que del asiento del acompañante sacó dos muletas probablemente plegables y caminó hasta mi puerta con mucha dificultad. Los brazos y las piernas tenían una forma extraña, quebrada en lugares donde no hay articulaciones, como una langosta a medio aplastar cuando retirás el zapato y sigue viva.

No, no era nazi. Arrollé a una minusválida.

Después de buscar las cosas en la guantera salí del auto. De inmediato le pedí disculpas. A pesar de que era horario pico, no había mucha gente en la calle. A excepción del chico que limpia los vidrios en esa esquina, los pocos que pasaban siguieron caminando indiferentes.

La (me parece que esta no es la palabra, ayúdenme por favor suplantándola en sus cabezas por la adecuada) malnacida estaba muy nerviosa. Aunque llegué a palmearle los hombros en mi intento por tranquilizarla, siguió llorando con desconsuelo y con la respiración entrecortada. Que el limpiavidrios se acercara me dio pie a rodear el auto para ver lo que había dejado el choque.

En mi auto apenas unos rayones, por ahí la óptica desacomodada en una leve declinación (como el ojo derecho de ella: mirando siempre hacia abajo), pero el otro coche sí acusaba las marcas del impacto. Una abolladura en forma de huevo sobre el guardabarros y el vidrio de un foco totalmente destrozado.

Estallaron los gritos: pelea entre la chica y el limpiavidrios. Ella quería traer a la policía y obligarlo a declarar como testigo. Él le respondía que si llamaba a los ratis la iba a matar. Por la tonada me di cuenta de que era paraguayo o boliviano.

Lo que estaba pasando me daba un poco de vergüenza. Casi al borde de un ataque cardíaco ella se dejaba caer sobre el baúl de su auto con los brazos en cruz; los dientes me dolieron por el chirrido metálico de las muletas contra la chapa. Con los ojos achinados abiertos, tanto que sobresalía la blancura, el boliviano se desesperaba tartamudeando unos insultos en guaraní.

De un solo movimiento repentino la mujer se puso boca abajo sobre el baúl y entonces el chico se irritó aun más: como en un espasmo torcía la columna mientras caminaba en círculos. Enseguida entendí que estaba paqueado.

Para esquivar el baile frenético volví a rodear el vehículo. Del lado opuesto me estiré hasta tocar a la mujer. Qué difícil abrirle el puño para dejar el papelito con mis datos. De la cartera saqué un billete de mediana denominación. Con la técnica que me enseñó Anita Leporina (doblándole la punta hacia adentro para que haga contrapeso)armé un avioncito y se lo tiré al limpiavidrios. Aunque el billete le impactara en la mejilla no dejó de bailar su carnavalito de maldiciones. Subí al auto. Al fin y al cabo era solo un rasguño.

Por la emoción del choque el embrague se me trabó. Creí que el auto se apagaría tras el último corcoveo pero el motor logró salir del paso. Pienso que detrás de los vidrios polarizados de la cerrajería un hombre gordo me miraba, seguro pensando que es un peligro que una chica maneje así en la ciudad.

Antes de tomar por la diagonal miré hacia atrás, esta vez girando el cuello tras el apoyacabezas: con una copia del comprobante de pago de mi seguro ella se secaba las lágrimas. Más atrás, el boliviano se alejaba rumbo a la otra esquina: apostaría que en los bolsillos una de las manos acariciaba el billete-avioncito. Qué suerte que se pudo solucionar todo. Los rayones ni se notan y la óptica trasera es cuestión de saber cómo acomodarla.




viernes, 26 de agosto de 2011

Por qué no soy como Scarlett Johansson? (Orsi al teclado)

Es algo que me pregunto y me pregunté hoy, por ejemplo, al abrir los ojos en la cama.
Mientras terminaba de tragar un vigilante relleno, ya en la cocina, pude arribar a varias conclusiones:

1. La injusticia de la naturaleza. No quiero que nadie venga a defender a la señora naturaleza en sus muchas variantes reino animal, vegetal o fungi. Me parece bastante forro de su parte a unos dar tanto y a otros tan poco, como por ejemplo a:


la estrella de mar
o sea: una especie que viene a la vida sin ojos, piernitas nariz boca y por ende sufre una vida nifunifá, una existencia q cuanto mucho puede aspirar a la trascendencia en segundo plano de fondo del mar en los dibujitos.

2. porque dios no existe y reina el caos.
3. porque dios existe y es un forro q merece morir.
4. porque no es exactamente dios el que existe pero sí una fuerza moralmente compensatoria que otorga premios y castigos de acuerdo a la virtud de los agentes vitales (buena gente/gusanos deleznables).
4. Porque no me llamo Scarlett. Porque me llamo Ana. Evidentemente, los padres de "Scarlett" planeaban un "destino escarlet" para su hija. Los míos, en cambio, dijeron: esta se llama Ana. Y qué perspectivas tiene ser una ana en esta vida? Bueno, googleo "anita" y sale:


-Y qué tiene de malo gozar de síndrome de down?
-No, nada, obvio.
Obvio.

miércoles, 17 de agosto de 2011

motivadas


Llega un mail de Pablo, nuestro DT del equipo de fútbol.

Hola a todas:
Primero: la 3ra. fecha se juega el lunes (feriado) a las 13:00 horas
Segundo, el jueves nos vemos en la Cancha de La Lora para entrenar (3 y 44).
Tercero: El sábado pasado perdimos 5 a 0... creo que el año pasado nos ganaban por 12 o 14 goles... así que vamos el equipo!
Un beso y nos vemos.

P.



lunes, 15 de agosto de 2011

secuencia narrativa

Entré al baño. Cerré la puerta. Hice pipí. Colgué las toallas. Desempañé el espejo. Abrí un jabón nuevo. Me lavé las manos. Regulé la temperatura del agua. Puse dentífrico en el cepillo. Me lavé los dientes. Tiré la cadena. Abrí la puerta. Salí.


por el sabor que ahora tengo en la boca
sospecho que ha habido un error
en la progresión de los pasos.

domingo, 7 de agosto de 2011

Llamado a la solidaridad

El día en que me secuestren o me maten quiero que esta sea la foto que entreguen a los medios:
(hay cada pobre asesinada cuya suerte jurídica se juega en los azares de las pupilas contraídas por el flash)

sábado, 23 de julio de 2011

Lepóridos y descamisados


aviso para mi padre
Papá:
En atención a tu integridad emocional te suplico que no leas lo que sigue. No es como con las drogas y la promiscuidad sexual, esto te va a hacer mal en serio.



Querido blog:
Ayer estuve paseando por Embalse de Río III (Córdoba) y pude ver una hermosa y gran obra como nunca había visto en este país. Un señor me dijo "Todo esto lo hizo el General".

Ahora soy peronista.

Es así, siempre he tenido una muy primitiva sensibilidad. Para mí no hay mayor conmoción estética que los fuegos artificiales.
Les dejo una imagen que tomé al pasar con la cámara:
hasta dónde podré llegar sin mi biblioteca antibonapartista (debería pedirle a Minaya que aunque sea me mande la facsimilar de Contorno)


Los saluda con afecto,
compañera Anita Leporina

jueves, 21 de julio de 2011

Desde el Infierno (García de vacaciones)

Ayer a la tarde llegué a Córdoba. Es un lugar que tiene unas montañas y un río con vacas o caballos, no sé bien.

No hay internet. Así que me tienen aquí unplugged.

Uno de los gauchos que nos renta el bungalow se fue a un pub-almacén donde se juntan a tomar unos drinks.

La cocina es a gas, onda costumbrismo del 90, me encanta. Estoy buscando el wok pero no lo veo.

Lo que más me gusta es que está lleno de naturaleza: pasto, árboles, aire, el sol, nubes. Me sorprende que a pesar de la sequía las plantas crezcan tan fuertes y verdes. A unos metros de la casa cuesta bajo corre un arroyito por donde se va la caca de los pobladores.

Más allá del jardín del bongalow hay como un duplex de chapas donde vive una familia pobre con palos y perros, ultrapintoresco. Son un montón de hermanitos. Alex, el más menudo, es mi favorito. Se encarga de meterse en el tiraje del hogar a leña para remover el hollín. Hoy a la mañana se pintó con carbón una carita en un globo que le sale del cuello. Una risa! A diferencia del resto de la familia él sí es amable. Casi lo invitamos a almorzar con nosotros.

Tengo que volver pronto a la casa. Les dejo unos besis a todis, cuentenme qué están haciendo ustedes.

martes, 12 de julio de 2011

un poco de identidad


Sábado a la mañana. Me despierto feliz: el diariero ha dejado la última novedad editorial de Vox. Bajo las escaleras corriendo para hacerme del librito. Mis padres están leyendo el diario en la cocina mientras desayunan.

Con cuidado desanudo los hilos que protegen la cubierta del ejemplar. Me voy fascinada de vuelta a mi dormitorio. Saliendo de la cocina me detiene la voz de madre:

-Y vos ¿por qué no formás parte de algún grupo juvenil? Ayer mis amigas se pasaron toda la cena criticando las ocurrencias de sus hijos, tan rebeldes: Matías tiene unas rastas que no se lava hace tres meses, Graciela se había peleado con Federico porque quiere vivir en La Paz haciendo malabares en las esquinas, la hermanita se levanta a las 6 de la mañana para ir maquillada estilo gótico a la escuela.... Y yo no tenía nada que acotar. ¿Por qué no te hacés de alguna tribu urbana?

-Pero yo...

-Piercings, tatuajes, cresta; lo normal... algo que te dé un poco de identidad, hija. Lesbianismo, no sé...

Padre levanta la vista de su Abeledo Perrot:
-Acá tengo un Rutini ajerezado para que tu hermana y vos se lleven y armen una de esas,,, "jarras locas".

miércoles, 6 de julio de 2011

un símil cotidiano

Como el televidente que no puede abandonar ese tedioso partido aunque le esté haciendo perder el tiempo, así yo alejo la mano del frasco de aceitunas que sobró de Navidad y prorrogo un poco más su paso a la basura.

Sucia no; abierta a la sorpresa.

jueves, 23 de junio de 2011

caridad inc.

Chicos, chicos!

Hoy necesitamos de la solidaridad de todos. Aurelio Benítez tiene tres años y está internado en el Hospital Mengele por un cáncer de pulmón.
Aurelio necesita aire y por cada bocanada de oxígeno tiene que entregar una tapita de gaseosa, agua mineral, etc. de cualquier marca.
Sin las tapitas, no le darán más aire para respirar y morirá por asfixia.

No cuesta nada que vayamos juntando mierdillas para ver si se prolonga un poco la vida de este niñito que no tiene suficiente dinero.

Juntar tapitas para tratar de acceder a un tratamiento médico vital es un derecho de todos.
Ayudemos a ayudar.

sábado, 11 de junio de 2011

Algunas notas de color de nuestra personalidad


Ana ensaya la profilaxis que triunfe
en la promiscuidad alimentaria de la heladera.


Madre conserva los sobrecitos de té xq los usa

para dejar sus ya legendarios carteles.


En uno de los cajones, Minaya esconde su colección
de tapitas de Sedal para peinarse.



Laura es una buena persona
aunque no riegue las plantas.


A Orsi no se la puede
no se la puede sacar a comer ningún lado.

Para Secretaria Ana María no hay como la libertad
de elegir el color de las uñas.


A García se le complica decidir cuándo
es el momento de tirar ese jabón que ya no sirve.



Hay algo que le impide a Leandro

deshacerse de los fósforos usados.


Le consta a Anita Leporina
que esta ciudad está llena de pájaros muertos.


Patología
es andar por ahí
catalogando a la gente.

miércoles, 8 de junio de 2011

Kolinos mata Kollontai

Jueves:
Encía recubierta de magma autoinmune---) Una llaga gigante erupciona en mi boca

Quizá no debí haberme chapado a ese vagabundo.

viernes, 3 de junio de 2011

La vida amorosa

Todo tiene que darse de forma natural.
Los distintos pasos que minuciosamente hemos planeado deben ir sucediendo del modo más espontáneo. Ingenuidad y candidez con que plantamos una por una las premisas afectivas. Al fin, él concluirá: está enamorado. Hilos de una estrategia de seducción que se va desenrollando paso a paso por delicada mano sutil.

Llego a su casa, toco timbre. Él abre la puerta, entro y me acomodo en el sofá . Apoyo la cartera a un costado, cruzo las piernas.

"Ah, te quedás a dormir..." dice él.


Hasta a una niña leporina se le pueden escapar las segundas intenciones.

domingo, 29 de mayo de 2011

martes, 19 de abril de 2011

Graduación

Rojo en el reloj 4:30
5:15
6:50

el cuello un nudo de músculos tortuosos. Si me rasco un poco más la piel, las uñas se me van a caer.

Consideremos una celebración que no me esté suicidando

jueves, 14 de abril de 2011

lunes, 28 de marzo de 2011

Intimidades, inquisición

Hoy me encontré con mi viejo ginecólogo en la clínica de consultorios externos. "¿Por qué ya no escribís más en tu blog?" me preguntó.

Yo le respondí: "No sé, estoy terminando la carrera, me colgué; tal vez porque sólo necesito tomarme un recreo, o por ahí se agotó la materia narrativa que puedan darme los personajes como voces, a nivel ideológico casi se podría decir..."

-Claro, claro -me dijo él mientras se abanicaba con unos bonos de la obra social, y después me preguntó la razón por la cual yo no había vuelto a verlo (que era lo que temía que pasara).
Yo estaba en la sala de espera buscando un minuto libre de la secretaria para sacar turno con mi nuevo ginecólogo. Eso generaba toda una situación incómoda que quería evitar porque no sé cómo se maneja esto del "cambio de contratación de servicios", digamos. A veces tengo que ir al supermercado de los chinos que queda en la cuadra siguiente al almacén donde compro siempre y con cuyo dueño hablo amistosamente del clima o de Fabián Rinaudo. Yo siempre le compro al almacén pero, cuando quiero uva moscatel, no hay tutía, la de los chinos no falla, tengo que ir al supermercado. Pero qué le voy a andar explicando al almacenero tan querible por qué en esa oportunidad no le compro a él (¿será el hollejo de sus uvas lo suficientemente grueso como para que el señor alcance a deglutir una autocrítica?). Me he visto obligada a dar la vuelta manzana y cuatriplicar el recorrido con tal de no enfrentar (que me vea pasar por la vereda de enfrente cargando la bolsa estampada con el dragón rojo sólo fermentaría el bochorno) la situación. He llegado a camuflar más de un vívere entre el ciprés podadito del jardín delantero de una vecina para recién después entrar al almacén, porque no, no da caer al negocio con la bolsa del delito, oriental traición. No sé cómo resuelven esto ustedes en sus barrios...

Y la verdad es que me dio la misma vergüenza cuando el Dr. Humbert me hizo esa pregunta, y creo que hasta un poco de pena también cuando comprobé la inmaculada prolijidad de su blanco uniforme, era como verlo fregando el guardapolvo en esas tablas de madera con el pan de jabón, arruinándose las manos ¿para qué? ¿para que yo lo traicione y sin aviso cambie de profesional? Quizá la causa de que nuestra relación médico-paciente no haya florecido tenga que ver con la falta de tiempo para desarrollar un vínculo de confianza sólido, mediante el cual el diálogo clínico podría arrojar más luz sobre potenciales diagnosis. Que hubiese intentado abusar de mí ("attempted to molest me" sería una acusación más exacta) también debe haber influido.

Por suerte él fue el que dio pie para cortar la charla:
-¿Por qué no probar con una propuesta más realista y al mismo tiempo introspectiva? Volver a la tradición del diario íntimo... ¿Has leído a Mouriauge? -concluyó la pregunta dibujando con el índice sobre mis pechos un signo de interrogación que remató con la presión de la yema de su dedo en mi pezón izquierdo, como puntuando el signo o apretando un botón.
Encontré ambas cosas de pésimo gusto:
-Mouriauge es un producto de la ficción basura. El pacto de lectura más rudimentario que se puede proponer, el de la reality-TV.

Como si hubiera previsto mi pueril arrebato de indignación estética, el Dr. Humbert extrajo una muestra gratis de anticonceptivos del bolsillo de su guardapolvo. La punta ensangrentada de un guante de látex se asomó y, después de agarrar la cajita, hice como que metía rápido la cabeza en una nota periodística sobre la enfermedad terminal del caballo de polo de un nieto de Mirtha Legrand.

Con el rabillo del ojo lo vi desaparecer tras una puerta vaivén de acceso restringido.

En la revista, que seguí leyendo hasta que la secretaria se desocupó y me tomó el pedido de turno, también había un artículo sobre un autor de teatro de revista y varieté que hace mucho que no produce nada. "Mi nueva novia me está ayudando a superar el síndrome de la página en blanco" era el título proyectado sobre la foto a dos páginas de él en un jacuzzi junto a una chica muy linda y joven. Entonces se me ocurrió que es eso lo que tengo yo: el síndrome de la página en blanco.

Mientras salía de la clínica con la cabeza gacha procurando no pisar la línea que separaba cada uno de los pálidos azulejos, escuché como un susurro: Conchita, conchita mía.
No me atreví a levantar la cabeza.

Después no pasó nada más. Simplemente quise continuar el texto para que no termine en esa frase, que es como Mouriauge lo hubiese terminado.

Breaking news

viernes, 28 de enero de 2011

miércoles, 26 de enero de 2011

Clarividencia

-Prendé la luz que no puedo ver bien lo que decís.


Medio sorda, mi abuela sabe que es más fácil entender si lee los labios
(También sabe que es más fácil mentir a oscuras)




***
Con tan escueta entrada reinauguramos este espacio y los invitamos a leer un post de diciembre, recién visible ahora. (Sí, colgué. Banquen):



lunes, 24 de enero de 2011

La muerte de Passepartout

Hoy ha muerto Passepartout. O quizás fue ayer. No lo sé.

En primavera se volvió loco. Tenía dos años. Cuando me acercaba a la jaula lo veía correr de acá para allá frenético. Tal vez para llamar mi atención. Una vez se detuvo de golpe. Me miró fijo, despacio se llevó la cola a las manitos. Abrió la boca sin dejar de mirarme. De golpe se mordió su propia colita, los incisivos hundidos en esa víbora rosa.
Después empezó con lo de morderse y arrancarse la piel. Primero una lastimadura, después otra y otra. Minaya diagnosticó: "No pueden ser alergias ni hongos. Sarna".
Se le cayeron todos los pelos.
Dejé de ofrecerle la mano para que se subiera a mis hombros. Tenía casi dos años. Haciéndolo pender de la cola le unté una crema con corticoides en las pústulas pero fue peor: cada vez se rascaba más fuerte y se arrancaba pedazos de piel más grandes.

-En la facultad vemos caballo, perro y gato. Nada de roedores -el veterinario dijo que no sabía qué tenía.
-Pero yo compré el ratón acá -insistí.
-Lo vendo como alimento de víboras, no como mascota -me hubiera gustado taparle las orejitas a Passepartout, que se rascaba como loco dentro de la jaula, para que no escuchara una declaración tan fea.

Tenía más de un año ya.

Al acercarse las fiestas llegó la preocupación por las vacaciones. Llevarlo conmigo de viaje no era una opción. Conseguir quien lo cuidara durante más de un mes planteaba la siguiente situación paradojal: El amigo maduro y responsable que se acuerda de alimentarlo todos los días es el mismo que les tiene asco a los ratones (pobres conciencias permeables a la reaccionaria propaganda anti-roedores!).
El amigo que me recibe sin inconvenientes a la rata presenta una marcada tendencia a la indolencia/dejadez/indigencia.
La primera persona sin hijos de 5 años (al fin y al cabo no sabíamos qué lo enfermaba) en ofrecerse a cuidarlo se lo quedó.

Aquella fue la última Noche Buena que pasó con nosotros. Tenía algo más de un año.

Lo dejé con su bebedero y su recambio de viruta, con los ojos vidriosos como afiebrado o muy triste.
-Vuelvo el 28 de enero. Cualquier problema me llamás.
-No anda muy bien ¿no? Tiene toda la piel lastimada.
-No sé qué le pasa.
-Es que estos bichos no viven mucho. A lo sumo tres o cuatro años.
-Sí, eso me dijo el veterinario. Che, gracias por cuidarlo.

Yo ya había hecho un viaje largo antes y en esa oportunidad me había resultado fácil encontrar quién se hiciera cargo. Claro, estaba en su apogeo ratonil. Éramos irresistibles haciendo nuestro número especial: él, una suave bolita caliente de pelos y sangre, se metía en la manga de mi remera, trepaba todo el brazo desde la muñeca hasta la axila y salía por el escote. Su rosado hocico asomando entre mi piel. Esta vez no fue tan fácil. Todo en él recordaba a la peste bubónica.

Llamé tres veces para preguntar cómo andaba. No, llamé dos veces. La primera desde la playa, el viento no me dejaba oír bien. Tuve que colgar enseguida.

Quizás no debí haberme ido estando él tan enfermo. Pude haber indagado en otra ciudad por un veterinario de exóticos. Tenía prácticamente un año.
Hasta que marqué el número lo supe: "No es mi culpa si empeora".
Me contaron que hacía tiempo que no lo veían corretear en su ruedita. Llegaron a pensar que se había escapado. Con un palo levantaron su casa de cartón, húmeda porque la jaula no había sido renovada por semanas. Su cuerpo de roja felpa podrida se acurrucaba, arrinconado en la muerte, mi ratón.
Le respondí que lo tiraran a la basura. Que el cadáver me esperara frizado en una Ziploc no servía de nada. Científicamente inválida autopsia filial entre las milanesas de merluza.

La tranquilidad es saber que fue algo natural. "Murió de viejo" me dicen todos, "Ya había cumplido su ciclo vital". Esforzarme para oír detrás de los pésames y las explicaciones como un ronroneo que es él, perdonándome desde afuera, escapado de todo escabullido de su propia piel fuga feliz de su madre de la peste de la vida, es lo que más me consuela.